Que es el VIH?

El VIH es un virus. Todos los virus son microorganismos que no tienen capacidad de multiplicarse por sí mismos, sino que para hacerlo deben introducirse en las células y utilizar la “maquinaria” reproductora de la célula que infectan en beneficio propio. Cada tipo de virus tiene capacidad de invadir a una determinada célula. A diferencia de todos los demás virus, el VIH tiene la peculiaridad de invadir las células defensivas del organismo, destruyéndolas progresivamente.

El VIH es el Virus de Inmunodeficiencia Humana.

El virus de inmunodeficiencia humana destruye el sistema inmunitario en forma gradual, lo cual hace que para el cuerpo sea más difícil combatir infecciones. Este virus destruye el sistema de defensas del organismo humano. Cuando este sistema deja de funcionar, el ser humano es muy susceptible de contraer otras infecciones que, en condiciones normales, no le afectarían. Este virus ataca al sistema inmunitario y deja al organismo vulnerable a una gran variedad de infecciones y cánceres potencialmente mortales.

El Virus de Inmunodeficiencia Humana fue descubierto por el equipo de Barré-Sinoussi  y Luc Montagnier en Francia, en 1983.

El VIH no puede vivir de forma independiente, debe hacerlo dentro de una célula. La particularidad de este virus es que invade y destruye los linfocitos T4 principalmente, que son los que dirigen la respuesta inmune, coordinando el resto de las células que intervienen en el organismo. Una vez ha atacado, el virus puede evolucionar de dos formas:

  • Puede quedar “dormido”, la célula T4 infectada continúa viviendo normalmente. La infección persiste sin que el enfermo presente síntomas. Las células T4 infectadas de esta persona pueden transmitirse a otras personas e infectarlas
  • La otra forma de evolución es volverse activo y reproducirse en la célula, la cual explota liberando un gran número de virus que infectarán otros T4. Cuando una cantidad importante de células T4 han sido destruidas a consecuencia de la infección por el virus, las defensas se encuentran debilitadas. El riesgo de aparición de los síntomas del sida es entonces muy elevado.

Historia natural de la infección por VIH

Entendemos por historia natural de una infección, la evolución de la misma sin intervenciones externas susceptibles de modificar su evolución.

Existen múltiples evidencias de que el VIH, desde el momento en que infecta al paciente, se replica de forma continua alcanzándose para cada paciente un nivel de equilibrio que depende de factores virales (como la cepa del virus infectante) y de factores del huésped (como la edad). Dicho nivel de equilibrio se mantiene durante un cierto tiempo, que varía según el estadio evolutivo de la infección.

La historia natural de la infección por el VIH puede dividirse en tres fases bien diferenciadas:

  • Una fase precoz o aguda, que tiene una duración de varias semanas. También conocida como primoinfección, se caracteriza clínicamente por unas manifestaciones que recuerdan una mononucleosis infecciosa, aunque aparece solo en un porcentaje medio de los pacientes y a menudo pasa desapercibida puesto que su presentación es poco específica.
  • Una fase intermedia o crónica que se extiende a lo largo de años, en los que el sistema inmunitario del huésped consigue un cierto control de la replicación viral estableciéndose un equilibrio dinámico entre la replicación vírica y el sistema inmunitario del paciente. Sin embargo, la repetición ad infinitum de los ciclos replicativos del virus acaba por ocasionar el agotamiento del sistema inmunitario y su consiguiente claudicación, que eventualmente conduce a la fase final de la infección.
  • Fase final de la infección por VIH. El agotamiento del sistema inmunitario conduce eventualmente a la aparición de infecciones oportunistas y tumores, que caracterizan clínicamente la fase final de la infección, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, sida.

Un poco de historia sobre el VIH

Las tres décadas que han pasado desde las primeras descripciones de lo que después se conoció como el Virus de Inmunodeficiencia Humana, constituyen uno de los lapsos de tiempo con un desarrollo más espectacular en lo que se refiere al conocimiento y tratamiento de una enfermedad infecciosa.

En los primeros tiempos de la epidemia no se disponía de tratamiento efectivo frente a su agente causal, el VIH, y en estos años se definió la epidemiología de la infección y su historia natural, entendiendo como tal la evolución de la infección sin intervenciones externas susceptibles de modificar su evolución.

El sida constituye la primera pandemia de la segunda mitad del siglo XX, pero sus orígenes hay que buscarlos en el África central, donde probablemente se produjo la primera infección de un ser humano.

Un estudio retrospectivo nos muestra el primer caso de infección por VIH en Zaire, en 1959. Los primeros casos constatados en Estados Unidos corresponden ya al año 1968. Según parece, tras mantenerse localizado durante un tiempo en una pequeña zona del África central, el virus comenzó a propagarse por el resto del continente a principios de la década de los sesenta, pasó al Caribe y desde allí pudo llegar a Europa y América. Aunque los temibles efectos de este virus son de origen muy reciente, los biólogos sospechan que puede constituir una invención antigua de la naturaleza y no, como llegaron a proclamar algunos, un agente infeccioso creado porla CIA.

Afortunadamente, la difusión de la epidemia se ha producido en un momento del desarrollo científico en que ha sido posible en un corto espacio de tiempo realizar progresos muy importantes. Así, desde 1981, año en el que se declararon los primeros casos, en sólo 10 años se ha pasado de la enfermedad a la comprobación de su patogenicidad, transmisibilidad y virulencia, con el consiguiente cambio de actitud, considerándose hoy día como el mayor problema de salud pública en muchos países.

El origen del VIH es un tema muy debatido que nos lleva a aceptar como hipótesis más plausible su derivación de virus que infectan a simios, dada la íntima relación genética existente entre el VIH-1 y el virus de la inmunodeficiencia del chimpancé, y la del VIH-2 con la de los virus del mangabey tiznado y la del macaco. Se apunta a que todos ellos se separaron al mismo tiempo de un antecesor común. Aparte de la existencia genéticamente, no debemos olvidar la gran difusión de la enfermedad en África central así como las documentadas ceremonias de inyección de sangre de mono al hombre, en ciertas tribus, en busca de rejuvenecimiento. Una vez infectado un hombre en alguna recóndita región del bosque africano, su paso al mundo urbano y su difusión se explicaría a través de los fenómenos demográficos y sociales que tuvieron lugar en ese continente, precisamente en la década de los setenta, tales como la descolonización, que llevó consigo movimientos de población debido a las persecuciones tribales y políticas como no se conocen anteriormente.

Por otra parte, comenzaron las campañas de vacunación masivas y la lucha contra las infecciones de transmisión sexual, con el riesgo en algunos casos documentados, del uso de la misma jeringuilla con más que dudosas condiciones de esterilización.

Una consideración muy especial requiere, como muy probable causa de transmisión al mundo occidental, la masiva extracción de sangre realizada en esos años para la producción de factores de coagulación. Una única sangre que estuviese contaminada, contaminaría todo el lote, que luego se distribuiría a diversas personas que se verían afectadas.

Una vez en el mundo occidental, su difusión se vio favorecida por el extraordinario largo período de incubación, 8-10 años como media, de manera que cuando aparecieron los primeros casos, la mayoría estaban ya infectados, como se demostró por los sueros conservados anteriores a 1981.

Coincidió con la revolución sexual que se vivió en la sociedad norteamericana entre 1960 y 1970, quizás influida por el desmoronamiento de los valores familiares tradicionales, el desencanto de la guerra de Vietnam, la desdramatización de las infecciones de transmisión sexual gracias al descubrimiento de la penicilina y la utilización masiva de anticonceptivos.

Pero probablemente fue el movimiento de liberación gay en 1969 el episodio que más facilitó la transmisión, no sólo de esta enfermedad sino de otras de transmisión sexual, durante la década de los setenta. El llamativo incremento de este tipo de infecciones, especialmente en poblaciones homosexuales muy promiscuas, no era tomado demasiado en serio para realizar investigaciones profundas por parte de los médicos, que incluso eludían ejercer un papel educador con sus pacientes sobre riesgos de tantos excesos por si se tomaban como juicios de valor.

La amplia difusión del virus no sólo se centra en la población homosexual, sino también en los usuarios de drogas por vía parenteral, que compartían muy a menudo agujas y jeringuillas, y en los hemofílicos, que recibían con frecuencia factores de coagulación, así como en aquellas poblaciones que recibían inyecciones sin garantías de esterilización.

A finales de los setenta empezaron a detectarse casos esporádicos de una rara enfermedad, pero todos ellos con un denominador común: infección por Candida albicans en boca y esófago, acompañada de erupciones cutáneas en distintas partes del cuerpo que correspondían a una forma agresiva de sarcoma de Kaposi, un tipo poco frecuente de cáncer y menos aun en jóvenes; neumonía causada por Pneumcistis carinni, parásito del pulmón que sólo se desarrolla en individuos privados de defensas inmunitarias; y en algunos casos, daños neurológicos y una supresión del sistema inmunitario inexplicable. Estos casos aparecieron en lugares tan distantes como Portugal, Haití, Francia y Estados Unidos, y no se tuvieron en cuenta hasta que el número de casos similares fue aumentando considerablemente, especialmente en Estados Unidos y dentro de la población homosexual, dejando de ser una curiosidad epidemiológica para tener una nueva entidad nosológica. El 5 de junio de 1981, M.Gottlieb, F.Siegal y H. Masur elaboraron un informe en el que se describían los cinco primeros casos de neumocistosis en adultos homosexuales. El CDC (Centro de Control de Enfermedades Infecciosas) realizó una investigación epidemiológica exhaustiva pidiendo ayuda a los grandes investigadores. Fueron muchos los médicos que dieron la voz de alarma pero también muchos los que se negaron a luchar contra una enfermedad
desconocida y fatal que en principio sólo atacaba a homosexuales.

El hecho de que personas hemofílicas o que se sometieran a una transfusión de sangre, o consumidores de drogas por vía intravenosa presentasen los mismos síntomas fue quizás el punto de inflexión para que algunos investigadores, estadounidenses y franceses, buscasen el por qué de la destrucción del sistema inmunitario.

De todas las hipótesis, la aparición de un nuevo agente infeccioso, quizás un virus que se encontrase en sangre y semen y cuya acción provocase la pérdida de células T4, era la que mejor explicaba el síndrome. ¿Quizás un retrovirus parecido al que se acababa de encontrar, el HTLV? La historia de los retrovirus se remonta a 1910, cuando Peyton Rous aisló el primero en el Instituto Rockefeller de Investigaciones Médicas demostrando que inducía tumores en los pollos. Pero pronto abandonó sus investigaciones debido al escepticismo e incredulidad de sus compañeros en cuanto a que agentes infecciosos guardaran relación con el cáncer y de que llegaran a encontrarse en el hombre.

Hasta los años cincuenta no se volvieron a encontrar otros retrovirus capaces de inducir tumores en animales, de modo que hasta 1960, año en el que se descubrió el virus de la leucemia en felinos, estos retrovirus eran poco más que curiosidades de laboratorio. Poco a poco esta forma de pensar fue desapareciendo y el conocimiento de que la mayor parte de las leucemias y sarcomas de numerosas especies animales estaban
producidas por virus estimuló la búsqueda de tumores humanos. Los avances en microscopía electrónica en los años cincuenta y sesenta facilitaron su estudio.

Pero ¿cómo podían los virus, cuyo material genético era RNA, interaccionar con la célula hospedadora, con DNA, para inducir el tumor? La respuesta la encontraron tres jóvenes estadounidenses en 1970. El descubrimiento de la retrotranscriptasa o transcriptasa inversa, enzima que permite el paso de RNA a DNA, introdujo un nuevo marcador en la búsqueda de los retrovirus. Entre 1970 y 1975 el equipo del doctor R. Gallo trabajó sin mucho éxito en la búsqueda de retrotranscriptasa en células leucémicas humanas, pues su presencia en estas células tumorales pondría de manifiesto la existencia de retrovirus.

La rapidez con que se ha avanzado en el estudio del virus de inmunodeficiencia humana responde, en parte, al descubrimiento de este primer retrovirus humano y el método de aislamiento que lo hizo posible.

El estudio real del sida comienza en 1981 con la descripción de los primeros casos, una enfermedad que no pertenece a un determinado grupo de riesgo como se pensó en principio.

La era del sida empezó oficialmente el 5 de junio de 1981, cuando el CDC (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos) convocó una conferencia de prensa donde describió cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii en Los Ángeles.[] Al mes siguiente se constataron varios casos de sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer de piel. Las primeras constataciones de estos casos fueron realizadas por el Dr. Michael Gottlieb de San Francisco.

1981 – 1992: la gran explosión del sida.

Hoy sabemos con total certeza que la persona que se infecte por el VIH tarde o temprano desarrollará un síndrome de inmunodeficiencia.

La trascendencia social, política, económica y familiar de esta pandemia es notablemente importante. A pesar de disponer de todos estos datos, y aunque está comprobado que la prevención es la única arma con la que contamos frente a la infección por VIH, los casos de sida siguen aumentando en el mundo, lo que puede implicar un mal planteamiento en las mediadas de control. Pero veamos cómo se desencadenó esta gran pandemia que nos azota.

Todo comenzó de forma “oficial” en junio de 1981 cuando el CDC (Centro de Control de enfermedades de EEUU) llamó la atención sobre la aparición en los últimos ocho meses de cinco casos de infección por Pneumocystis carinii, un protozoo que hasta entonces era tan sólo capaz de infectar a pacientes con un sistema inmunitario muy debilitado, normalmente como consecuencia de un cáncer o de potentes fármacos inmunosupresores (es lo que se define como un agente infeccioso oportunista). Además, estos cinco jóvenes, varones homosexuales, no presentaban ninguna razón que justificara disfunciones en su sistema inmunitario.

Del mismo modo, en los últimos treinta meses se habían diagnosticado 26 casos entre jóvenes homosexuales de California con sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer que se presenta tan sólo y de forma extraña en personas de edad avanzada e inmunoderpimidos. Entre ellos, también algunos habían presentado neumonía por P. Carinii y otras enfermedades oportunistas graves.

Pero otras enfermedades comenzaron a aparecer de forma inexplicable: linfoadenopatía crónica (caracterizada por el agrandamiento de los nódulos linfáticos) y linfoma no hodgkiniano indiferenciado y difuso (una enfermedad maligna y muy extraña). Además, todos los casos descritos presentaban una característica común: un importante deterioro del sistema inmunitario. Todos estos datos contribuyeron a definir un nuevo síndrome que a partir de 1982 tomaría el nombre de sida.

El hecho de que los pacientes compartieran varias características (edad, raza, ciudad de residencia, tendencia sexual) hizo pensar que se tratara de un mismo agente infeccioso capaz de producir la enfermedad.

También pronto se llegó a sospechar algo de una extraordinaria importancia: la posible existencia de un indeterminado periodo durante el cual la persona infectada por el supuesto agente etiológico careciera de síntomas antes de desarrollar la enfermedad, lo que a su vez supondría que el número de individuos capaces de transmitir el agente era mucho mayor al del número de casos de sida descritos por el CDC.

Las conclusiones que se extraían de los primeros estudios epidemiológicos eran que la enfermedad se transmitía a través de las relaciones mantenidas entre homosexuales (lo que evidentemente condujo a que se desatara todo tipo de comentarios por parte de los fanáticos religiosos contrarios a estos seres humanos, llamándola “peste gay”).

Pero rápidamente aparecieron los estudios que hablaban de enfermos de sida caracterizados por haber recibido transfusiones y hemoderivados sin que ninguno de ellos perteneciera a los llamados “grupos de riesgo”. Dichos casos se confirmaron entre personas con hemofilia y, luego, en los receptores de transfusión de sangre, así como en las personas que compartían agujas hipodérmicas para inyectarse droga. Esto supuso la incorporación a la lista negra de los grupos de riesgo de los hemofílicos y de las personas que consumían droga por vía parenteral.

En enero de 1983 se describieron dos casos bien documentados entre las “parejas” de varones heterosexuales drogadictos, en los que se demostraba que el agente infeccioso podía transmitirse a las compañeras heterosexuales, es decir, el virus podía transmitirse tanto por coito anal como vaginal. En este mismo año, se descubrieron casos de sida de origen centroafricano y haitiano que no contaban con ningún historial de homosexualidad o drogadicción.

Empezaba a hacerse cada vez más evidente que se trataba de una enfermedad que se transmitía a través de determinados fluidos corporales, incluidos la sangre y hemoderivados. Del mismo modo se podía empezar a constatar que la transmisión homosexual, en comparación con la heterosexual, variaba de un país a otro.

Estos fueron, a modo de resumen, los principales sucesos en la historia del sida en los EEUU, por tratarse del país donde saltó la voz de alarma y en el que se basaron los restantes países a la hora de diseñar los protocolos del seguimiento epidemiológico de la enfermedad.

A finales de 1982 muchos investigadores estaban ya convencidos de que el origen del sida era un agente infeccioso – con mayor probabilidad, un virus – y no el resultado de una exposición a sustancias tóxicas u otros factores ambientales o genéticos. Esta hipótesis infecciosa recibió la confirmación cuando el grupo del Luc Montagnier en el Instituto Pasteur de París (y el de Robert C. Gallo en el Instituto Oncológico Nacional a partir de una muestra enviada por el Dr. Montagnier) aisló el VIH. Esto supuso, además de la identificación del agente etiológico, el que pudieran desarrollarse determinados tests serológicos que permitieran el diagnóstico de sujetos portadores del virus.

Los estudios serológicos realizados a grupos de alto riesgo no tardaron en confirmar lo que se venía sospechando desde un principio: los casos identificados hasta entonces constituían sólo la punta del iceberg del número total de personas infectadas por VIH. También contribuyeron a definir con mayor claridad las formas de transmisión de la enfermedad, los factores relacionados con el riesgo de infección y los grupos específicos de la población que debían ser atendidos como medida de prevención y control, además de una mejor definición por los organismos competentes del “caso sídico”, que aumentaría la fiabilidad de los diagnósticos y de los casos documentados de sida.

1996, la aparición y extensión de los nuevos tratamientos antirretrovirales de alta eficacia.

Con la aparición en 1996 de nuevos medicamentos cambió de forma repentina la evolución del VIH. Los nuevos fármacos lograron controlar la replicación del virus y como consecuencia la recuperación paulatina del sistema inmunológico. El empleo de los nuevos tratamientos, que combinan distintos fármacos permitió que muchas personas gravemente afectadas por la infección del VIH recuperaran su estado de salud.

A mitad de los noventa se alcanzó el punto álgido en la epidemia de sida en términos de morbilidad y mortalidad. En 1996 se fueron introduciendo las terapias antirretrovirales combinadas que incorporaban fármacos inhibidores de la proteasa, lo que produjo una mejora considerable en la situación inmunológica y en el pronóstico y la calidad de vida de las personas infectadas por el VIH.

Coincidiendo en el tiempo con la aparición del tratamiento antirretroviral de gran eficacia, se hallaron marcadores pronósticos de gran fiabilidad, sobre todo la determinación de la carga viral, lo que en conjunto ha conducido a la era actual en la que se ha documentado una drástica reducción de la mortalidad y de la incidencia de infecciones oportunistas asociadas a la infección por VIH, lo que ha conducido a una mayor esperanza de vida para la población infectada y a que adquieran protagonismo otros aspectos relacionados con la infección como son los efectos secundarios de los tratamientos.

EL VIH Y EL SISTEMA INMUNITARIO

Los seres humanos disponemos, como el resto de los seres vivos, de un sistema defensivo frente a los diferentes microorganismos (virus, bacterias, hongos y parásitos) existentes en los diversos ecosistemas en los que habitamos.

Este sistema defensivo, el Sistema Inmunitario, está constituido como cualquier otro sistema biológico por células, distribuidas en diferentes órganos que se comunican por los vasos sanguíneos y linfáticos. Las células implicadas en primer lugar son los linfocitos que desde los ganglios linfáticos y a través de la circulación linfática y sanguínea acceden a cualquier puerta de entrada de estos microorganismos.

La infección por VIH asintomática es un período de tiempo variable en el cual hay un lento deterioro del sistema inmunitario, sin que se presenten síntomas. La duración de esta fase varía de una persona a otra. Depende de qué tan rápido se esté copiando el virus del VIH a sí mismo y de las diferencias genéticas que afectan la forma como el sistema inmunitario maneja el virus.

Algunas personas pueden pasar 10 años o más sin síntomas, mientras que otras pueden tener síntomas y empeoramiento de la función inmunitaria al cabo de unos pocos años después de la infección original.

CONTEXTO EPIDEMIOLÓGICO

A nivel mundial

El VIH se ha expandido por el mundo generando una pandemia de grandes proporciones que ha afectado gravemente a la demografía y la economía de numerosos países. Se estima que en 2007 hay en el mundo 33,2 (30,6 – 36,1) millones de personas vivas con VIH, muchas de ellas infectadas hace años y sin acceso a tratamiento, por lo que los fallecimientos siguen aumentando. La propagación del virus continúa, y en ese mismo año se infectaron 2,5 (1,8 – 4,1) millones de personas.

La situación en cuanto a la transmisión y el acceso al tratamiento es muy heterogénea. África subsahariana es la región más afectada, con prevalencias del 30% de infección en la población adulta de algunos países, pero muy pocas personas reciben tratamiento.

Por el contrario, el uso de terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA) está generalizado en los Estados Unidos y la Unión Europea, lo que ha generado grandes descensos de la morbimortalidad por sida. Estos logros y los éxitos en prevención alcanzados en la década de 1990 hicieron pensar que, al menos en los países ricos, el futuro podía encararse con optimismo; lejos de ello, en los últimos años ha crecido el número de nuevos diagnósticos de infección en varios países, afectando en particular a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres (HSH).

En Europa del Este y los Países Bálticos, el VIH se expande rápidamente ligado al uso compartido de material de inyección para el consumo de drogas, sin que existan los recursos humanos y económicos necesarios para controlarlo.

En cuanto a América Latina y algunas partes de Asia, aunque se han logrado éxitos parciales, tanto en la prevención como en el acceso a TARGA la situación dista mucho de estar controlada.

La epidemia de VIH en España

La coincidencia en el tiempo del inicio de la epidemia del VIH con la del uso parenteral de drogas ilegales marcó la expansión del virus en España y el patrón epidemiológico observado, ya que, en nuestro país, la introducción del virus se produjo sobre todo por el uso compartido de material de inyección y, en menor medida, en HSH.

Al ser la parenteral una vía muy eficiente de transmisión, el VIH se propagó rápidamente entre los usuarios de drogas inyectadas (UDI) y esto repercutió también en la transmisión perinatal y heterosexual.

Al inicio de la década de 1990 se estimaba que ya se habían producido más de 100.000 infecciones en España, y durante años se registraron aquí las tasas de sida más altas de Europa. En esta época, las dos terceras partes de los casos de sida eran UDI, en contraste con lo que sucedía en la mayoría de países desarrollados donde, entre los casos autóctonos, predominaban los hombres que tienen sexo con hombres (HSH).

La respuesta de las autoridades sanitarias y la sociedad civil ante la epidemia logró mejoras en el control de la transmisión, que a partir de 1993-1994 comenzaron a reflejarse en los datos de nuevos diagnósticos de VIH y de los sistemas de vigilancia centinela. Por otra parte, la expansión del TARGA (Terapia Antirretroviral de Gran Actividad) en 1996-1997 produjo una mejoría en la situación inmunológica de las personas con VIH; en consecuencia, la morbi-mortalidad por sida disminuyó enormemente y la calidad de vida de los afectados mejoró.

El abandono de la vía parenteral por parte de los usuarios de drogas, los programas de reducción de daños y el resto de medidas de prevención adoptadas propiciaron un descenso progresivo de la transmisión del VIH en España, especialmente notorio entre los UDI.

En consecuencia, en los últimos años el patrón epidemiológico de transmisión del VIH ha cambiado: la transmisión parenteral ha dejado de ser la predominante para ser sustituida por la sexual, tanto homosexual como heterosexual. A este cambio también ha contribuido la llegada a España de inmigrantes procedentes de países donde esta última es la forma más común de infectarse con el VIH.

Situación actual en España

Se estima que en España hay entre 120.000 y 150.000 personas con VIH, aunque probablemente en torno al 30% no lo saben.

La prevalencia estimada se sitúa en torno a las 3 infecciones por mil habitantes, pero las tasas son mayores entre los hombres y los residentes en el medio urbano. Esta población se mantiene bastante estable puesto que, según los datos disponibles, el número de nuevas infecciones que se incorporan anualmente es bastante similar al de fallecimientos acaecidos en el colectivo, que pueden haberse producido por causas relacionadas o no con la infección por VIH.

La mejor aproximación a las características de estas personas puede obtenerse del estudio de los casos de sida notificados recientemente y dela Encuesta Hospitalariade Pacientes. A partir de estas fuentes se puede estimar que algo menos de la mitad (40-45%) de las personas con VIH habrían contraído la infección por compartir material de inyección, el 30-35% por relaciones heterosexuales sin protección y el 20- 25% serían HSH. Los hombres suponen casi el 75% y la edad media de estas personas ronda los 40 años.

Tendencia de los nuevos diagnósticos de VIH en España

El análisis de la información generada por las CCAA que tienen sistemas de información sobre los nuevos diagnósticos de VIH permite aproximarse al patrón epidemiológico y la tendencia de las nuevas infecciones en España, en los que cabe destacar tres aspectos:

  • Las estimaciones disponibles sugieren que la transmisión del VIH en España tuvo su punto álgido al final de la década de 1980 e inicio de la de 1990; desde entonces se observa un descenso sostenido del número de nuevos diagnósticos de VIH. Este descenso llega a ser del 8% anual en los datos conjuntos de Canarias, Ceuta,La Rioja, Navarra y País Vasco, para el periodo 2000-2004, y llega al 17% en los UDI. Datos recientes de las cinco comunidades citadas más Cataluña, Baleares y Extremadura (32,2% de la población española), arrojan una tasa media global cercana a los 80 nuevos diagnósticos de VIH por millón habitantes en el periodo 2003-2005, cifra similar a la de otros países de Europa occidental; la tendencia global sigue siendo descendente, pero mientras los nuevos diagnósticos en UDI caen claramente año tras año, los atribuidos a transmisión sexual tienden a estabilizarse, sobre todo en HSH.
  • La transmisión por vía parenteral del VIH ya no es la más importante y ha cedido su lugar a la sexual. En los datos más recientes casi el 50% de los nuevos diagnósticos se atribuyen a transmisión homosexual, la transmisión en HSH representa en torno al 40 % y la parenteral en torno al 10%. El predominio en hombres sigue siendo claro, pero en las infecciones atribuidas a relaciones heterosexuales la razón hombre/mujer se acerca a la unidad. La edad media al diagnóstico está entre los 35 y los 40 años y los hombres son algo mayores que las mujeres.
  • Las recientes corrientes de inmigración hacia España ya se reflejan en los datos de infección por VIH. El porcentaje de nuevos diagnósticos que afecta a personas de otros países ha subido notablemente, aunque en números absolutos el incremento sea mucho menos marcado. Los inmigrantes suponen ya un tercio de los nuevos diagnósticos, y su lugar de origen más común es Latinoamérica, África Subsahariana y Europa occidental.

Elementos clave para el futuro

El examen de la información epidemiológica existente en España permite concluir que desde mediados de la década de 1990 la epidemia de VIH evoluciona favorablemente, con descensos en la mortalidad, la incidencia de sida y la frecuencia de nuevos diagnósticos. Sin embargo, la situación se ha hecho más compleja por la introducción del TARGA, los cambios en la transmisión y la llegada de personas de otros países muy heterogéneos, tanto socialmente como en cuanto a los patrones de transmisión del virus.

Es preciso adecuar los sistemas de información epidemiológica a las necesidades que han surgido al evolucionar la epidemia. En este sentido, parece oportuno extender a todo el país los sistemas de información sobre nuevos diagnósticos de VIH.

Asimismo, se necesita saber más sobre las conductas sexuales de riesgo. Por ello, hay que obtener más y mejor información epidemiológica sobre las infecciones de transmisión sexual (ITS). Amén de estar estrechamente ligadas al VIH, la evolución de la incidencia y prevalencia de las ITS son un indicador precoz de la evolución de la infección por VIH.

Persisten retos importantes que se han de afrontar en el medio y largo plazo:

• Algunas categorías de exposición, como los HSH y las parejas de personas infectadas por el VIH tienen una evolución menos favorable que el conjunto de la epidemia.

• Aunque el número de personas que se inyectan drogas ha disminuido drásticamente, entre las que continúan haciéndolo el riesgo de infección sigue siendo muy alto. La prevalencia de infección por VIH entre los inyectores de drogas sigue una tendencia descendente desde el año 1996, aunque sigue siendo alta.

• Las personas de otros países son ya un tercio de los nuevos diagnósticos de VIH. Por ello es preciso adecuar nuestros sistemas de información para reflejar a lo largo del tiempo las necesidades, en términos de prevención y tratamiento, de esta población especialmente vulnerable, y adaptar la respuesta convenientemente.

• La existencia de una elevada proporción de personas cuya infección no está diagnosticada tiene implicaciones muy negativas sobre el curso de la epidemia y la propia evolución clínica de los afectados. Adicionalmente, dificulta las estimaciones sobre la magnitud y evolución real de la epidemia.

• Facilitar el acceso al TARGA es básico tanto desde el punto de vista individual como colectivo, pues la transmisión del VIH disminuye al bajar la carga viral. Por ello, la información sobre acceso a tratamiento, resultados de éste y aparición de resistencias tiene gran valor para la salud pública, y habrá que mejorarla.

• El VIH continúa progresando en el mundo sin que las barreras geográficas le afecten. Mientras no se disponga de una vacuna eficaz, ningún país estará a salvo de verse afectado, y lo que haga cada país afectará, de una forma u otra, a los demás. En este marco, la solidaridad mundial es, más que nunca, una necesidad práctica y una obligación moral.

 

*Plan Multisectorial frente a la infección por VIH y el sida. España 2008-2012.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *